jueves, 11 de marzo de 2010

Cuaresma domingo 4to: al encuentro del Padre


Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a él para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este acoge a los pecadores y come con ellos.» Entonces les dijo esta parábola.
Dijo: «Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: "Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde." Y él les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino. Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. Y entrando en sí mismo, dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros." Y, levantándose, partió hacia su padre. Estando él todavía lejos, le vió su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: "Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo." Pero el padre dijo a sus siervos: "Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado." Y comenzaron la fiesta. «Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. El le dijo: "Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano." El se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba. Pero él replicó a su padre: "Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!" «Pero él le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado."»
Lucas 15: 1 - 3, 11 - 32

Ninguno de nosotros está lejos de la figura del hijo pródigo ni la de su hermano.
A veces nos alejamos de Dios cargando con todo lo que él nos ha dado y cuando regresamos... que sorpresa! Él no nos pide nada de regreso, solo nos abraza y está feliz de vernos otra vez...
Y a veces estamos tan cerca de él, en el trabajo de la parroquia, rezando por las vocaciones, etc., que nos engañamos pensando ser los únicos merecedores de su atención por todas las cosas que por él hacemos.

Esta semana es para regresar a casa. Desde donde estemos, quizá más cerca o más lejos. Quizá ni siquiera hemos salido de casa pero no estamos ahí. ¿Qué nos aleja del amor de Dios? ¿Qué nos aleja de amar a los demás como Dios nos enseñó?
Date un momento para pensarte en los zapatos de ambos hermanos y luego en cómo el Padre los ama por igual. Él está esperando en la puerta y sale corriendo cuando te ve llegar... y si no quieres pasar, te explica con amor que te quiere con él en la fiesta.
Y vamos... si por ahí descubres que volver a casa implica confesión, adelante! ¿Qué mejor paso para tu propia revolución de amor?

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